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Las estaciones de transición, como el otoño, son traicioneras para tu coche. Aunque las temperaturas parezcan suaves, la humedad, el frío y las lluvias castigan los sistemas mecánicos y eléctricos más de lo que parece. Algunas averías son inevitables por desgaste natural, pero otras pueden anticiparse con un mantenimiento adecuado y una buena revisión tras el verano.
Te contamos cuáles son las cinco averías más comunes del otoño, cómo detectarlas y qué hacer para que no se conviertan en un quebradero de cabeza.
Cuando las temperaturas bajan y la humedad aumenta, los sistemas de inyección sufren especialmente. En los motores diésel modernos, los inyectores trabajan a presiones muy altas, y cualquier impureza o gota de condensación puede afectar su funcionamiento. Los síntomas son claros: tirones, arranques difíciles o exceso de humo en el escape.
Aunque no siempre se puede evitar su desgaste, los talleres recomiendan mantener los filtros limpios y no apurar el depósito, para impedir que los sedimentos lleguen al sistema. Un gesto tan simple puede marcar la diferencia entre un trayecto tranquilo y una avería imprevista.
El turbo es una pieza sometida a temperaturas y presiones extremas, por lo que el frío y la humedad del otoño lo castigan más de la cuenta. Si notas pérdida de potencia, consumo anómalo de aceite o un silbido al acelerar, es probable que el turbo esté fallando.
Los expertos aconsejan no acelerar en frío, dejar el motor al ralentí unos segundos antes de circular y, al finalizar trayectos largos, esperar un par de minutos antes de apagar el coche. Así el turbo se enfría de forma progresiva y se evita el desgaste prematuro.
Con el otoño llegan las lluvias, los baches ocultos y los charcos que disimulan irregularidades del firme. Todo ello repercute en los amortiguadores, rótulas y silentblocks, acortando su vida útil.
Cuando la suspensión falla, el coche pierde estabilidad, aumenta la distancia de frenado y se reduce el agarre, sobre todo en curvas o maniobras de emergencia. Los talleres recomiendan revisar la suspensión cada 60.000 kilómetros, aunque en esta época del año conviene hacerlo antes si circulas habitualmente por carreteras en mal estado o zonas húmedas.
La humedad otoñal provoca oxidación en los discos y cristalización en las pastillas, reduciendo su eficacia. Si al frenar percibes vibraciones, tacto esponjoso o ruidos metálicos, es momento de visitar el taller.
El sistema de frenos es esencial para tu seguridad, y con el asfalto mojado cualquier fallo se multiplica. Los profesionales aconsejan revisar discos, pastillas y líquido de frenos con más frecuencia en esta estación, especialmente si el coche ha pasado largos periodos parado.
Las bajas temperaturas y la humedad también atacan a baterías, alternadores y centralitas electrónicas. Los síntomas suelen ser leves al principio —un arranque más lento, luces que parpadean, o testigos que se encienden y apagan—, pero pueden acabar en averías importantes.
Una revisión preventiva antes de que llegue el frío puede evitar sorpresas. Comprobar la carga de la batería, el estado de los cables y el funcionamiento del alternador te ahorrará más de un disgusto en esas mañanas en las que el coche se niega a arrancar.
El otoño puede ser tan bonito como impredecible, pero tu coche no debería sufrirlo. Un mantenimiento a tiempo es la mejor inversión para evitar averías caras y desplazamientos innecesarios al taller.
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